Otravez

10 Bajistas sonorenses que deberías de ver en vivo volumen 1

Es una opinión personal solamente, al final tu decides.

10.- Micky “Sugar Free” Valladares (Otravez, Hermosillo)

Micky “Sugar Free” Valladares (Otravez, Hermosillo)

Me era imposible no poner un tributo a quien por años intento llevar rock and roll inteligente a las calles , no solo eso, estuvo en muchos movimientos sociales, su legado va de la mano con la mítica canción y creo la mejor del genero Hard Core local hasta hoy “NUEVA ERA”, era una enseñanza de poder y letra, además, no se conformó y antes de irse nos dio otro clásico, RIOS DE SANGRE, es una pena que no lo veras en vivo, eso no impide darle reproducir a su último álbum para gozar de su trabajo, te extrañamos  prieto.

9.- David Delgado y Ruben Saavedra Soto (Gnosia, Hermosillo)

David Delgado y Ruben Saavedra Soto (Gnosia, Hermosillo)

Espero y les sirva un poquito para que salgan del letargo musical donde están, los dos forman la única banda que es liderada por bajistas y probablemente parte del futuro del rock and roll local, su limpieza es tremendamente agradable,  no son técnicamente veloces, pero, si cadenciosos como en su canción ONIX,  además hacen belleza, no te confundas no son canciones para aeropuerto, más bien, para sentir un masaje en el corazón, son músicos que lanzan muchos sentimientos en sus acordes, ve youtube  reproduce EUNOIA para que lo compruebes, pero, pero, cuidado, no me culpes si te vuelves otaku o como se diga.

8.- Alberto “Yoyo” Escalante (Grito Hc, Hermosillo)

Alberto “Yoyo” Escalante (Grito Hc, Hermosillo)

Si hablamos como debe de ser una leyenda local, este whitexican es el ejemplo, es un hombre con clase, lo traslada a su bajo, aunque huevonaso para mejorar su técnica de bajeo, no impide  tener creatividad, con su estilo Californiano que suena en su canción “SIN RESPETO” hace evidente hacia dónde quiere ir, hombre que sabe usar la técnica el ida y vuelta con pua, que ha sonado muy fuertemente  en su canción top ten de la historia del rock and roll local “CERO DEMOCRACIA”, es un artista, que  domina los primeros cuatro trastes de su bajo sin problemas,  que por cierto  se puede escuchar claramente en su track “MAS QUE UN JUEGO”, ave! a la águila blanca, del cuatro cuerdas, ojalá viva cien años.

7.- Julio Castillo (SED, Hermosillo)

Julio Castillo (SED, Hermosillo)

Hay obreros en el bajo que saben rearmar obra negra musical, este bajista lo hace, su técnica con alta influencia a panterada, logra mejorar el lenguaje de la batería, sus tempos son claros, incluso busca mucho independizarse de la batería para tener mayor lucimiento, es un músico que da detalles interesantes, se van a sorprender, si le dan oportunidad de escucharlo en vivo, mas si llega su canción PATRIA DE LUTO, donde su uso clásico de los primeros cuatro trastes es limpio, ojala le des like a su página y te des cuenta de su buen trabajo.

6.- Federico “Chapis” Coronado (Agresor, Nogales)

Federico “Chapis” Coronado (Agresor, Nogales)

Uno de los bajistas más crossover de los escenarios, su técnica es mas hard core que metalera, se notó en la grabación que se realizó en 2017, que fue evidente en la canción “EL GRAN DRAGON”, su estilo es formal, clásico, se nota en este trabajo, no esperes una súper técnica, más hoy, pero, si pantalones, puedes ejecutarlo en rolas en  vivo como “NO ESCAPARAS” o “FUNERAL”, te repito su forma punk de tocar, le da un sabor muy contestarío al sonido, que es la raíz original del thrash.

5.- El Charas Nuñez (LopezPerez)

El Charas Nuñez (LopezPerez)

Llegó la sabrosura, su forma de tocar te puede recordar desde el Tropicalisimo Apache y a ratos Lost Acapulco, se nota en su  legendario álbum Fruti de López (para la escena local), me es imposible negar su química perfecta con César Burgos, ya que  lograron un joya musical, que pasa con ritmos tropicales y el surf, que suena, en su mítica canción “TUNEL”, bueno,  su técnica es amorfa a ratos, eso ayuda a poder entender que su intención es dar felicidad, logrado con sus agregados slaps, que ayudan a mandar un mensaje fácilmente, como se exterioriza en su canción “ESCENARIO”, es un sabor que suaviza y da los tempos, para que tu cuerpo o tus pupilas bailen, es maravilloso este track, el flaco logra lo que pocos, hacerte feliz reventando la tierra.

4.- Carlo “Mash” Jimenez (Element, Hermosillo)

Carlo “Mash” Jimenez (Element, Hermosillo)

Respiras profundo y das gracias que músicos de este nivel, dejen por un momento toda la basura de covers y por fin los veamos brillar, aunque sea en un edulcorado progresivo, no importa, es imposible negarte a su buena técnica como en su canción “NEVER”, donde muestra que el bajo no solo es un adorno, sabe dominar una balada tremendamente empalagosa como lo ejecuto en su canción “SPEAK”, es un hombre disciplinado y comprometido, pocas veces lo vi equivocarse en un en vivo, tienen muy buen oído, cosa indispensable en un bajista, no dudes de ir a verlo a un concierto, espera a que dejen de tocar covers, porque lo mejor está en sus rolas propias.

3.- David Cordero (Matavenados, Hermosillo)

David Cordero (Matavenados, Hermosillo)

Me imagino que hay tipos que no están conscientes que están haciendo cosas para la grandeza y este es uno de esos casos, ya que la propuesta de este músico, es simplemente hermosa, es facil solo ir a youtube y poner la canción MATURRUNGA te explicará el por qué, su bajeo es coqueto, sabe colocar sus tiempos, sin caer en el excesivo protagonismo, es que solo escuchar BICHIS EN LA LLUVIA da ese resultado, es tremendamente delicioso palpar lo que crea, hay un detalle, él siempre me da una sensación de que va ser la última vez que lo voy a escuchar cuando voy a un tokyn, me gusta que conoce cada detalle que sus músicos crean, en verdad lo digo,  es un exquisito, crea maravillas y pasajes teatrales, lo hace sentado  en un CHANGO DESCALABRADO  en pleno desierto.

2.- Harry Gonzalez (Lost Nebula)

Harry Gonzalez (Lost Nebula)

Voy al grano, no me gusta la banda donde toca, pero, siempre he tenido una política, lo chingon no se niega, él fácil llego a este nivel del top, con solo girar su track Hi Roller que cada segundo muestra estar por encima de su baterista e incluso de su guitarrista sin estar consciente de ello, vaya!  este músico es de los pocos en el estado que tiene las virtudes de poder tocar en cualquier banda del mundo, lo practica en canciones como “A TRAGIC DILEMMA” que  me hacen pensar, que su excelsa forma de ejecutar las progresiones podrán darnos  un álbum solista y vaya que puede! por que ya lo hizo, sí, ve a youtube escucha TIME TRAVEL, lo mejor de la canción es que su técnica es paciente, permite que otros se puedan lucir, eso es disfrutable, oye! vale la pena cada peso que pago por verlo ejecutar el bajo, espero y tu lo hagas.

1.- Arturo Clark (Khafra, Obregón)

Arturo Clark (Khafra, Obregón)

Es el músico más glam de este selecto grupo de artistas, tozudo, divo, complicado, pero, jamás sin carácter, es un músico de generación, como pocos, aunque muchos no se dan cuenta, la gran influencia y empuje que hizo en los 90’s gracias a su trabajo en los tokines locales con olor a culo, policías católicos y adolescentes marginales con sabor a camión urbano, ellos crecieron sin miedos, en su Gran himno “CAJA DE METAL”, que demuestra su trabajo, la evolución de la banda se dio gracias en parte a su trabajo, se nota fácilmente en canciones como “HIJO DEL MAL” o el glorioso “EL METAL LLEGO PARA QUEDARSE” poema de lo que el metalero local sueña, bueno, es un artista que logró ser pieza importante en una época, influyó en muchos que se negaban en tomar en serio ese instrumento, fue partícipe de algo, posero que ya no tenemos, por que el ni nadie crea “TEMPLOS FALSOS”, que te puedo decir, en mi opinión él, es el bajista más influyente de la historia del rock and roll sonorense que siempre observaste en las tokadas locales sin darte cuenta.

Nostalgia por el infierno: las Tocadas en Hermosillo

A pesar que en Hermosillo hay, o había, más festivales de rock con bandas importantes; todavía son muy pocos los eventos masivos de este tipo. No habitamos una ciudad como Monterrey, Guadalajara o Ciudad de México que ofrecen, mes con mes, o por lo menos lo hacían antes de la pandemia, opciones de conciertos para todos los gustos.

Para los que vivimos en estados fronterizos nos queda más cerca ir a festivales y conciertos a Estados Unidos. Siempre y cuando, claro, cuentes con recursos económicos y visa. La perrada, desde siempre, hemos tenido, o por lo menos la teníamos antes del Covid, la opción local: las tocadas. Casi todas las semanas se hacen tocadas en bares y cantinas en Hermosillo. En la Bohemia, El Seven, La Verbena, El Pluma, El Campo, El Foro B, entre otros. Pero las chilas, las que se han hecho legendarias en el tiempo y en el imaginario de sus asistentes, están en peligro de extinción debido al acoso, cada vez más marcado, de las fuerzas públicas. Me refiero a las tocadas que sucedían en casas particulares, patios, talleres y almacenes. Estas tenían una mística distinta. Uno se sentía libre en ellas. Llevabas tus propias bebidas y el asunto con las bandas era hacer ruido, compartir un acto creativo sónico, no generar negocio. Hacer ruido y comunidad en torno al rock. No es que tenga algo en contra de hacer dinero con venta de bebidas o boletaje, es justo y necesario, pero las tocadas caseras eran la onda porque se sentía que ocurrían a la intemperie de cualquier tipo de represión.

Después de todo, el verdadero espíritu de las tocadas en Hermosillo, aunque fueran gratuitas, siempre se experimentó por fuera de donde ocurrían los eventos. Muy pocos, incluyendo los músicos y sus amigos más allegados, ingresaban a los lugares y después de tocar o ver a la banda que les interesaba, se salían a pistear afuera. Tendría 15 o 16 años cuando fui a mi primera tocada. Digo fui por no decir que estuve por afuera del Music House entre mocosos enfundados con camisetas metaleras y pantalones talla 40. Plebes que se sentían los dueños anónimos del mundo porque salían en la noche para escuchar a los Astaroth de Guaymas. Porque en sus tramos Cross Colours guardaban botellas, sprays Comex con el tapón bien expandido, cigarros alitas y ridículas cadenas conectadas con una billetera vacía. Fumar y beber eran entonces actividades que marcaban tu postura ante el mundo. Recién habíamos dejado de jugar fut o beis en la calle para escuchar Pantera en el potente estéreo de un viejo Ford Custom estacionado en la cochera de una casa de la colonia Olivares. Dueños anónimos del mundo que escupían todo el tiempo haciendo ríos burbujeantes en las banquetas. La felicidad era eso: beber, escupir y ser, soberbiamente, jóvenes que sentían el llamado del desarreglo, la emancipación y la estridencia.

En mi primera tocada había un tipo que hacía, idéntico, como Chewaka después de beber un larguísimo trago de caguama. Una década más adelante conocería a esa entidad irrepetible: el Igor. Vi al Miguel Perra Vida, al Choco, al Buchakas y al Cuicho de Suciedad Discriminada. Batos una generación más grande que la mía y con una personalidad ya muy definida. Parecía que toda esa pandilla vivía afuera de aquella tocada. Todos los conocían, todos les brindaban trago. Estaban en su ambiente.

Nosotros, alucines, los mirábamos desde el otro lado del estacionamiento e identificábamos en ellos otro estilo. Eran punks. Nosotros pensábamos que ser rockeros era ponerse camisetas de Metallica, Megadeth o Deicide. Escuchar Death y vomitar los domingos un montón de jugo de toronja. Llevar el pelo largo y sentir que satanás era la cosa más divertida en el mundo.

En el Hermosillo de los noventas del siglo pasado, las tocadas eran colectivas. Se mezclaban metaleros con harcorosos y alternativos. Había tocadas rascuachas en barrios populares y tocadas nice en colonias yupis. Pero cuando el toquín era en un espacio como el Music House, o el Casino de los Ingenieros, o el Casino del SNTE, o el de la CFE; o en lugares del Estado como La Casa de la Cultura (¿Pueden creer que la Casa de la Cultura había tocadas bien chingonas y libertarias?), La Sauceda, el CUM, La Leona Vicario, El Emiliana de Zubeldía, ahí se juntaba todo el animelaro. Los harcoreñitos de las Fuentes y sus alrededores; los metaleros del Sahuaro y el Choyal; los punks del Palo Verde y un montón de morras y morros que llenaban lugares de la UNISON como el estadio Castro Servín, la Escuela de Letras y Rectoría los 2 de octubre. Tocaban alternadamente bandas enchamucadas y después seguía una punkosa y quizá luego una de Ska, como la brillante Skalón. Llegaban skatos y hasta cholos. Algunas de las bandas, que cada fin de semana tocaban entre finales de los noventas y principios de los 2000 miles, en el algún punto de la ciudad: Tiner, La social, El grito, La perra vida, Oftalmus, Satan maleficarium, Stress, La Trin-K, No más no, Maltrato, Otravez, La malilla planetaria, Autumn´s agony, Sol Naranja, Suciedad, Rencarnación, López Pérez, La Coyota, LDL, Los vulgares y un montón más.

Además de la música, algo que me encantaba de ir a tocadas era esa sesión para expiar demonios. Esa verdadera terapia de choque: el Slam. Estrellarse con espaldas de desconocidos. Sudar en los veranos intensos y también en los brutales inviernos del pasado. Cansarse, abrazar a las personas y después lanzarlas lejos. Tomar a un objetivo que se pasó de rosca en un empujón insano. Estar calculando la fuerza, el coraje y la diversión al mismo tiempo. Ir a estrellarse en cuerpos igual de alborotados que los tuyos, abrazado de la morrita o el chico, según el caso, que te gustaba. No parar de reír. La cercanía, el calor. Dice el poeta francés, Arthur Rimbaud, que el infierno son los otros. En una tocada puede que así lo sea, pero también hay infiernos floridos, carismáticos e intensos debido a la camaradería que se genera en ellos.

Esto es lo que extraño de ir a una tocada: la fraternidad. Y aunque ya no me meto al Slam, siempre veo, entre el ruido de las bandas y las luces de los lugares, a las mismas personas; con dos o tres ausencias misteriosas y otras tantas que partieron para siempre hacia a otras dimensiones. Presencias que resisten, en el rock, desde hace casi tres décadas. La alegría por verlos tiene un efecto muy de espejo. Después de todo seguimos aquí. Somos sobrevinientes.

El Covid-19 nos tiene en jaque. No sé ustedes, pero yo estoy harto de los conciertos en pantallas. Estoy harto de la vida a través de streaming impersonales. Las presentaciones de libros, discos y charlas, que al principio del confinamiento cumplieron una función, hoy las percibo desgastadas, poco relevantes. Quizá sea que estoy harto de las pantallas en general. Todo se me hace lejano, con respecto a la experiencia de recargarse con música en vivo. Nada como ver al guitarra y al batería, a un músico en general darle con todo a su instrumento. Paradójicamente, a la experiencia de vivir le falta el “en vivo”.

Cuando este virus se nivele entre nosotros. Cuando por fin entendamos que todo cambió para siempre, en cuanto a nuestra convivencia gregaria, seguro habrá tocadas de nuevo. Seguro volveremos a vernos las caras después de esta etapa extraña, desterrada y paranoica que se ha extendido durante tanto tiempo. Mientras, nos queda resistir. Falta menos para sentir que la vida es un acto presencial. Un acto individual que se completa con la experiencia, el talento y la visión de los otros.