Disonancia Desértica: divagaciones sobre RockSonora

Les doy oficialmente la bienvenida a esta columna semanal, a Disonancia Desértica, un espacio editorial para el rock hecho en Sonora, el cual es también un podcast que se transmite en Piratita Radio todos los martes a las 6 de la tarde (hora de Hermosillo). 

¿De qué vamos a hablar? De todo lo concerniente a la escena sonorense, de lo que pasa abajo y arriba del escenario; a veces habrá entrevistas, otras reseñaremos discos, fanzines, programas de radio, pero siempre bajo una visión crítica y sin condescendencia, sin palmaditas en la espalda; además, esta columna estará sazonada con un toque de nostalgia: ya son más de 25 años en la escena, no me pueden culpar.            

Antes de continuar me gustaría compartirles que me parece realmente grandioso que el buen Matute retomara este proyecto llamado RockSonora. Esto va en serio y por buen camino. Espero que cada vez más bandas y personas se acerquen para colaborar, así como para visitar la página. Matute me invitó a participar hace varios meses, y si tardé tanto en tomarle la palabra no fue por falta de entusiasmo o interés, tampoco por falta de temas o contenido. Hay tanto que quiero decir, de lo que puedo y quiero hablar… el problema fue decidir dónde y con qué iniciar. En esta ocasión opté por hacer un recuento (muy general), hacer memoria (hasta donde se pueda) de mis años en RockSonora (en su nacimiento y primera etapa a finales de los noventa e inicio de los dosmiles), porque el pasado es importante: es un punto de partida, un referente del acierto y el error que toda escena debe tener en cuenta para evolucionar. 

RockSonora fue un parteaguas a nivel nacional, inclusive, en su mejor momento, tuvo alcance internacional. Los años noventa llegaban a su final. Tenía menos de un año en la universidad cuando Mat Hnedy (alias Matute) me invitó a participar en RockSonora. En ese entonces muy pocas personas contaban con una computadora en casa, muchas menos con acceso a Internet. De hecho, cuando el buen Matute me invitó al equipo de trabajo, yo tenía apenas cerca de seis meses de haber creado mi primer correo electrónico, pero, aun cuando era un neófito en cuestiones de Internet, contaba con algo de experiencia en eso de escribir sobre la escena, colaborando con varios fanzines locales. 

Como dije antes, a finales de los noventa pocas personas podían presumir tener Internet en casa, e inclusive, quienes tenían lo negaban para no ser acusados de “riquillos” o “fresas”. Pero eso sí, el negocio del momento eran los llamados cibercafés, donde en realidad solo podías tomar café soluble, sodas, papitas, galletas, gansitos, y donde no era nada raro verte obligado esperar a que se desocupara una máquina, a veces hasta por una hora o más. También los centros de cómputo de las preparatorias y universidades, que contaban con este servicio, estaban comúnmente saturados, al grado que si querías usar un equipo debías apartarlo con días de anticipación y el tiempo frente al monitor era limitado. Pero siendo honestos, aun cuando escaseaba el acceso a Internet en los hogares sonorenses, la fiebre de los correos electrónicos y páginas de “chats” estaban en su mejor momento, y para la gente de la escena, para las bandas y para los amantes de la música subterránea e independiente, todo era novedad:  nuevas amistades y contactos, además podías acercarte directamente a sellos, otras bandas, programas de radio, revistas, distribuidoras y colectivos. 

No voy a decir que en ese entonces era yo un veterano de la escena, no, pero todavía me tocó esa época previa al Internet donde si pertenecías a una banda de metal, de punk, de hardcore, la única manera de organizar una gira era consiguiendo contactos de promotores, colectivos o de bandas que tocaran tu género y les gustara la música que hacías, lo suficiente como para invitarte a caerle a su ciudad y a sus casas. Esos contactos se conseguían casi siempre en fanzines y por correo tradicional, para lo cual tenías que esperar hasta un mes para recibir respuesta, esto en el caso de que la persona a quien contactabas te contestara inmediatamente. 

En la mayoría de los fanzines y revistas de rock se agregaba una sección al final dedicada a los llamados “tape traders”, personas que compartían sus gustos musicales en una carta para ser publicada y ofrecían intercambiar casetes grabados, vinilos y demos de bandas subterráneas, haciendo pública la dirección de su casa e invitando a la gente a escribirles. También, y de vez en cuando, en esa sección encontrabas bandas y sellos que ofrecían sus demos a la venta o en intercambio. Sí, ya existía el teléfono, pero lo crean o no, las llamadas de larga distancia eran exageradamente caras, y Telmex, cuando notaba que desde una línea se hacían llamadas a otras ciudades o países, mágicamente hacía aparecer en tu recibo minutos de más o llamadas que nunca se hicieron. Las llamadas locales eran ya un lujo: las de larga distancia eran un derroche, una invitación a perder el servicio telefónico al no poder pagar el recibo. 

Cuando llegó RockSonora los precios en los ciber cafés eran “accesibles”, no lo suficiente como para crear una página porque te cobraban por hora y las máquinas eran muy lentas y la conexión fallaba, y si contabas con el presupuesto y el tiempo, debías contar también con la disposición de alguien que más o menos le supiera mover. Hoy puedes crear un blog o una página en media hora y no necesitas dominio del tema. Y esto es lo que explica el éxito de RockSonora por varios años, así como su trascendencia. 

Las bandas tuvieron la oportunidad de promover su trabajo en todo el mundo (y gratis) en la página de rocksonora.com, pues lo primero que se hizo fue crear un directorio de bandas (en orden alfabético y sin tomar en cuenta el género), donde podías consultar la biografía de los grupos, sus fotos, música, información de sus presentaciones y dejar un comentario o pregunta en ese mismo espacio.

Después de concretar el primer directorio, el cual aumentaba semana con semana, se consideró importante el dar voz a la opinión del público, y de ahí nació la idea de publicar columnas y un foro. Yo escribí un par de columnas, la más estable y de mayor continuidad fue una llamada PunkZonora, y recuerdo que el señor Rubén “Vicio”, guitarrista de la banda Luxor, tenía su versión llamada Metal Sonora. Buenos tiempos sin duda. 

Fue tanto el éxito en la promoción de las bandas, que de repente nacieron en otros estados proyectos similares (a veces demasiado) a RockSonora y de la nada bandas de todo México escribían y preguntaban si había un espacio para ellos, para promover su trabajo, y así también se agregó un directorio de bandas nacionales. 

Vaya… no sé si lo notaron, pero creo que en verdad me tomé muy en serio esto de las “divagaciones” … una disculpa, la nostalgia hace que la pluma fluya y uno agarra monte, pero bueno, sí, estaban avisados y avisadas, esto será una divagación semanal en forma de columna. Se supone que solo hablaría generalidades sobre mi participación en RockSonora en su primera etapa, pero agarré monte… ya qué. 

En fin, creo que es obvio que me sobran buenos recuerdos de mi época en RockSonora. Una página que nació para promover bandas sonorenses, y que después se transformó en una referencia, un punto de encuentro para toda la escena. Cuando me fui de RockSonora no sé mucho de lo que pasó después en relación a su desaparición, pero siempre he sido de la idea que todo colectivo, todo proyecto, tiene su nacimiento, apogeo y decadencia, es un proceso natural, pero también creo que hoy la escena es demasiado grande, dispersa, y esto se refleja en el hecho de que ya casi no hay tocadas donde se presenten bandas de todos los géneros, lo cual me hace pensar que hoy no existe una escena como tal, existen diferentes escenas que se dividen no solo en géneros, sino también en generaciones. 

Hoy como nunca hay bandas, espacios para tocar, bares… es más, antes de la mentada pandemia había hasta de tres a cinco tocadas el mismo fin de semana. Por eso soy de la idea que es realmente digno de celebrar que que regrese RockSonora, ya no solo para promocionar bandas, ya que para eso hay cientos de opciones (gratuitas y no tanto), sino para retomar ese punto de encuentro ante tanto talento disperso en Sonora. Porque hoy nos queda claro que la escena no se trata solo de las bandas; el público y la prensa son parte de la misma, y ahí Sonora también se pinta solo: hay un buen de público, sí, exigente, pero (mayormente) respetuoso, así como medios audiovisuales de calidad como fanzines, estudios de grabación, podcast y programas de radio, pero no existe un punto de encuentro, ni físico ni virtual. Por eso celebramos, insisto, el regreso de RockSonora; y va de nuez: esto con toda la esperanza de construir de nuevo un punto de encuentro, esta vez no solo entre el público y las bandas, sino también entre generaciones y las diferentes escenas.

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